“Infierno blanco”: Terror en la nieve “Infierno blanco”: Terror en la nieve

 “Infierno blanco”: Terror en la nieve  “Infierno blanco”: Terror en la nieve

 

“Infierno blanco” es una película de supervivencia con personajes de poco recorrido y algún atrevimiento visual. Una aventura que por momentos sabe a fantaterror y que cuenta con un solvente Liam Neeson como protagonista.
 
En la mejor tradición del survival o cine de supervivencia, “Infierno blanco” (ver tráiler y escenas) no se limita a contar su particular épica del hombre frente a la naturaleza. Si bien la apertura del filme no invita al optimismo y lleva a pensar en uno de esos relatos que narra la tragedia con voz en off y la gravedad del derrotado, pronto la historia deriva hacia sorprendentes derroteros que aproximan la cinta a un sorprendente fantaterror de pocos complejos: la matanza de un grupo de supervivientes a manos de lobos de proporciones sobrenaturales no parece, en principio, más premisa para una odisea ramplona de sobremesa que para un episodio de serial de terror, uno en que los aullidos calan más que el inagotable frío de los confines del mundo.
 
 
A partir del relato corto “Ghost walker”, que escribe el también co-guionista Ian Mackenzie Jeffers, el director —y co-guionista— Joe Carnahan consigue una aventura cruda y desesperanzada en la que domina un siempre consistente Liam Neeson. Neeson encabeza un grupo de desarraigados, ex convictos y proscritos que sacan su lado más humano a medida que la muerte cerca sus pasos. Sin embargo, y frente a la definición psicológica, tortuosa del líder al que interpreta el actor norirlandés, no es esta una película que destaque por estudiar en la proximidad a sus personajes —de escaso recorrido— o su nuevo microcosmos social en medio del horror, algo que sí hacían títulos como “Defensa” (John Boorman, 1972) o “El vuelo del Fénix” (Robert Aldrich, 1965). Más bien, los méritos de “Infierno blanco” se concentran en sus pequeños atrevimientos visuales que revelan, una vez más, el carácter inconformista de Carnahan a la hora de representar la acción en el plano. Y en ese sentido, los resultados son desiguales: frente al espléndido encuadre que muestra el ataque cruzado de dos lobos sobre el último hombre de la columna, la escena en el abismo deja al descubierto carencias en un ambicioso salto al vacío.
 
 
Capaz de superar la expectativa de producto tipo del subgénero pero no de sobreponerse a cierta levedad rutinaria, el prometedor primer tramo de este survival —excelentes las secuencias del accidente de avión y del primer encuentro del grupo de supervivientes con la manada— se desinfla, a medida que avanza el metraje, en un humanismo que llega tarde y mal, y en la insistencia de evitables efectismos que culminan en una tramposa revelación final en la memoria del protagonista. El otro final, el rotundamente físico, en cambio, intenta ganar una última batalla más sincera, apostando por el carácter indomable y la voluntad invencible del macho alfa.

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